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Idea fija

14/09/2022 - 10/11/2022

Los gestos meditados del dulce ácido neón

 

Daniel Leber es de Malaver, Partido de San Martín, vive en CABA hace mucho. Nace el 7 de noviembre de 1988. Crece en el seno de una familia amorosa de la colectividad eslovena. Dani habla antes el esloveno que el castellano.

De chico se interesa por el sonido, el dibujo y las chucherías muy bien hechas. Autodidacta en la pintura, formado en Filosofía y Letras en la universidad y en un programa de artistas. El hierro dulce lo conoce por un amigo y rápidamente se enamora del peso, el tiempo y las líneas del material.

Estudia con cierta profundidad a Federico Manuel Peralta Ramos, a Liliana Maresca, a Xul Solar y a Joaquín Torres García. Los estudió hasta recibir de ellxs algunas formas. Hace poco empezó a practicar Tai chi y Chi Kung.

Edita el fanzine Detox, para introducirnos en la dimensión de lo minúsculo. La pedagogía de lo minúsculo hace eco con el dibujo y el poder de las yemas de los dedos. Es el mismo poder de un dibujo animado. Allí se abre un portal desinteresado, que está revoloteando en estas pinturas de cuarenta kilos cada una.

 El óleo es para creyentes.

¿Fue casual su aparición? Más bien fue un cruce de tiempo y la transformación de la materia, ideal  para combatir la ansiedad. Además las tecnologías se van suplantando y quedan en reserva. También para ciertas fábulas sobre la vida eterna de una pintura. Es indestructible y lentísimo en cómo se deshace del oxígeno.

 El lenguaje que sale de la caverna para ser junto a sus amores comunidad (las colmenas) entró hace tiempo cuando Dani miraba a sus abuelxs abrir las valijas y sacar pequeñas maderas pintadas provenientes de Eslovenia.

 Estas pinturas son los gestos meditados del dulce ácido neón.

El lenguaje … el lenguaje … el lenguaje … en eso anda pensando, el lenguaje apareciendo en un póster de óleo hecho por cierta cantidad de manos.

 ¿Hechos por cantidad de brazos? Sí, es Durga, la divinidad de los ocho o diez brazos quién pintó. Durga protege a quien la mira desde todas sus direcciones.

 En las clasificaciones sobre obras, una categoría es: Cuadros que tienen antenas.

Otra categoría: Posters al óleo de más de 190 cm, con antenas que rozan a sus espectadores.

Pero, ¿es una cualidad en si misma tener antenas?

Sí, son pinturas encendidas todo el tiempo, sin baterías ni pilas ni corriente eléctrica ni neones ni transformadores.

En estas nuevas pinturas hechas sobre tablas de eucalipto, la organización de símbolos obedece a otra comunidad donde el camino hacia si mismo ya no tiene las rutas que él conocía.

Ahora, está contento empañando el espejo para poder dibujar con el dedo (sus dibujos vieron eso).

El tamaño de los cuadros ayuda a ese sendero. Podrían ser desembalados dentro de cien años o haber sido desembalados a principios del siglo IX, la atemporalidad y el nomadismo de los símbolos los afecta.

El pintor de dieciséis manos sabe que la geometría tranquiliza.

Idea fija se llamó provisoriamente Ensimismoso (neologismo pensado por Dani que cruza ensimismado, mimoso, cueva, tierno).

Estos altares son imponentes, por primera vez Dani busca ese registro, agrandar la intimidad. Y con ese tamaño, más alto o ancho que su autor parecen decir: PINTURA RAPTAME, QUIERO PASAR TIEMPO ALLÍ.

 Malabares, Árbol, Ofrenda, Cueva, Viaje

Recuerdo un arroyo en Córdoba cuando era muy chico, me acerco al agua y veo una vieja del agua. Le toco el lomo y parece una lija por lo áspero. El brillo del agua era muy fuerte. Me levanto y veo volando dos libélulas verdes volando juntas. Se posan sobre una piedra y veo que están pegadas por sus colas, copulando. Recuerdo fascinado esta secuencia.

Claudia Del Río.

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